Psicopatología y La Clínica




Psicopatología y la Clínica:

Conexiones y Perspectivas


Psicopatología y la Clínica: Explorando el Terreno de los Trastornos Mentales desde la Ciencia y la Práctica


En los últimos años, el interés por la salud mental ha crecido de manera exponencial. Frases como “cuida tu bienestar emocional” o “la ansiedad está afectando a muchas personas” se han vuelto comunes, y con razón. Sin embargo, detrás de estos términos y del interés general por la salud mental, existe un mundo complejo y riguroso de estudio que busca entender, diagnosticar y tratar los trastornos psicológicos. En este contexto, dos conceptos juegan un papel crucial: la psicopatología y la clínica. Ambos campos se complementan y se retroalimentan constantemente, siendo fundamentales en la comprensión y el tratamiento de los problemas mentales.


¿Qué es la psicopatología ?

La psicopatología, un término que nos despierta curiosidad y frecuentemente, confusión. Este término es fundamental para la comprensión de la mente humana. Más allá de centrarse exclusivamente en los aspectos adversos de la psique, la psicopatología se centra en el estudio detallado de cómo nuestras emociones, pensamientos y comportamientos funcionan en diferentes contextos. La psicopatología es el campo de estudio dentro de la psicología y la psiquiatría que se dedica a entender, diagnosticar y tratar los trastornos mentales o trastornos psicopatológicos.

 

Su enfoque no se limita a la identificación y clasificación de estos trastornos, sino que también busca comprender sus causas y mecanismos. Este campo interdisciplinario integra conocimientos de psicología, medicina y neurociencia para desentrañar las complejidades del comportamiento humano y sus posibles desviaciones de la norma. 

La psicopatología es crucial para el desarrollo de tratamientos efectivos y el avance en la salud mental de nuestra sociedad.




Antecedentes Sociales, Históricos y Culturales 


En Grecia y Roma.   

 

La tradición Hipocrática 

Es difícil establecer como se concebía la conducta anormal antes de la existencia de testimonios escritos. Existen algunas pruebas indirectas que permiten hipotetizar la existencia de un pensamiento mágico en el que la posesión demoníaca jugaba un papel esencial en la explicación de la locura (Mora, 1992). En los primeros tiempos de la cultura griega dominó la concepción demonológica sobre la locura. Dentro de esta tradición, la locura era el resultado de la posesión


de los espíritus malignos. La explicación demonológica fue la predominante en la época. La locura era el resultado de la posesión de los espíritus malignos personificados por dos diosas, Manía y Lisa, que eran enviadas por los dioses en estado de cólera (Mora, 1982).


El origen de la medicina occidental se sitúa en Grecia gracias al trabajo de Hipócrates (460-377 a.C.). Su gran aportación fue la de considerar la medicina como un verdadero conocimiento inductivo. Es el primero en plantear que los trastornos mentales son semejantes a las enfermedades físicas por cuanto que ambos obedecen a alguna alteración anatómica. Con ello, el concepto de locura sufrió un cambio radical, ya que pasa de ser considerada como una maldición o imposición divina a conceptualizarse como una en-fermedad. Propone la existencia de 4 humores o fluidos básicos del organismo: sangre (procedente del corazón), bilis amarilla (del hígado), bilis negra (del bazo y del estó-mago), y flema (del cerebro). La salud del sujeto depende del equilibrio de estos 4 humores.


La tradición Galénica


El período romano no aporta grandes novedades. Es interesante destacar cómo en el derecho romano ya se reconoce cómo el estado mental del acusado puede ser un atenuante de la pena. La figura más destacada es Galeno

(130-200 d.C.), que reunió y coordinó todo el conocimiento médico acumulado por sus predecesores, añadió sus propias observaciones y creó un sistema médico que ejerció una profunda influencia en los siglos posteriores, si bien no se alejaba en exceso del marco hipocrático. Su contribución más interesante fue la formulación de una teoría sobre los temperamentos o modos de ser de las personas, origen de los planteamientos biotipológicos sobre las diferencias individuales y la personalidad. Distinguió nueve combinaciones básicas o tipos temperamentales, que después se reducían a cuatro fundamentales (sanguíneo, colérico, flemático y melancólico), cuya buena "mezcla", daba lugar al equilibrio emocional.


Edad Media  



La traducción de los autores griegos al sirio permitió a los árabes continuar con la tradición de la medicina griega y romana y transmitirla al resto de occidente. Avicena (980-

1037) es la figura más destacada dentro del mundo árabe, dedicó un capítulo entero de su famoso Canon a la descripción de fenómenos mentales anormales. Para Mahoma, el hombre que había perdido la razón había sido escogido para decir la verdad. Consecuencia de esta actitud es el trato humanitario que recibían estos enfermos, así como la creación de varios centros específicos dedicados a su cuidado.


En el mundo occidental no surgen novedades importantes en la concepción de las alteraciones mentales. En la Europa cristiana la Iglesia se convirtió en la institución legal y social más importante de la Edad Media. Ya a principios del siglo VII la noción de posesión demoníaca había cristalizado por completo. La conducta desviada se veía como perversa pues suponía una acción contra Dios provocada por el demonio.

Hay dos hitos históricos: en primer lugar comienzan a fundarse los centros hospitalarios en los que se da acogida a las personas que sufren trastornos mentales y conductuales severos; y en segundo lugar, surge un fenómeno de identificación y persecución a ultranza de algunas anormalidades conductuales: la brujería. En el siglo XV la persecución hacia este tipo de


prácticas era generalizada alcanzando su punto álgido, y entre la mitad del XV y finales del XVI se estima que sólo en Europa fueron ajusticiadas más de 100.000 personas a causa de la brujería (Deutsch,

1949). Otro fenómeno peculiar de la Edad Media y de difícil explicación es que comienzan a producirse los fenómenos de "locura colectiva" (alteraciones extremas del comportamiento que, a modo de epidemias más o menos breves, se extienden por determinadas comarcas). Es famosa la epidemia de la danza del siglo XIV.


EL RENACIMIENTO (XVI)


Aunque este período suele ser catalogado como una época de valores humanistas y culto a la razón, la verdad es que durante esta época se recrudece la persecución de la brujería (Vázquez, 1990). En el terreno de la gestación de la ciencia, se trata de una época de transición entre la medicina clásica y la moderna, apareciendo a la vez muchos autores que rechazan la caza de brujas y abogan por un tratamiento apoyado más en la comprensión y en la empatía (Johann Weyer, Juan Luis Vives, Paracelso, Agrippa, etc.). Vives manifiesta sus opiniones sobre el trato


humanitario y cuidadoso, alejado de todo barbarismo y crueldad. Incide en la importancia de aplicar tratamientos


diferenciales según el caso y la sintomatología. Por su parte, Paracelso fue uno de los pocos médicos de este período que sostuvo que el enfermo mental no era ni un pecador ni un criminal, sino una persona enferma que necesitaba la ayuda del médico. La mentalidad árabe influyó en el acontecimiento capital de este período: la proliferación de hospitales o centros de tratamiento creados específicamente para los locos y desposeídos. En el año 1409 el padre Jofré (1350-1417) inaugura en Valencia la

"Casa de Orates", un lugar de recogida y tratamiento para los dementes. Este es un hito histórico, pues surge en un momento histórico hostil y de persecución hacia los enfer-mos. La idea medieval y renacentista del "loco" fue paulatinamente desapareciendo. A este hecho contribuyeron la Reforma, las nuevas tendencias religiosas, una visión más crítica de los planteamientos filosóficos, el avance de la técnica y los nuevos postulados sobre la investigación científica que cristalizarán en los dos siglos posteriores.


LA ILUSTRACIÓN (XVII-XVIII)


Esta época supone el comienzo de la medicina moderna, y con ella, el intento de dar explicaciones menos axiomáticas a las alteraciones mentales. Thomas Sydenham (1624-

1689) inicia el enfoque clínico moderno inductivo en medi-cina, es decir, el empleo sistemático de la observación para dictaminar síntomas, y posteriormente, agrupaciones, síntomas o síndromes. En cuanto a la brujería, aún existen procesos pero a lo largo del siglo XVII se van haciendo menos frecuentes. La razón ocupa un lugar de privilegio durante la Ilustración, y por lo tanto, la locura es ahora una desgracia moral que hay que ocultar (Foucault, 1976). Los


manicomios adquieren un carácter represivo y defensivo y cada vez se van saturando más de enfermos de la misma manera que el trato recibido por los internos es peor. Los tratos inhumanos se justificaban en la teoría del animalis-mo, según la cual los enfermos mentales no eran sensibles al dolor, el frío o las necesidades básicas humanas. En España la situación era algo mejor puesto que se da la espalda a las nuevas teorías supuestamente científicas y, además, las instituciones psiquiátricas están normalmente al amparo de órdenes religiosas en las que se solia dispensar un trato más caritativo.


En el siglo XVII el afianzamiento de la concepción de la locura como enfermedad fue intermitente, y es fácil encontrar tanto autores de la época que defendían esta concepción, como autores que no la tenían en cuenta ni siquiera como posibilidad. En este siglo se producen espectaculares avances en los conocimientos anatómicos y fisiológicos del organismo.

Sin embargo la posición ocupada por el

estudio de la locura en los tratados médicos era secundaria. La concepción demonológica siguió vigente para médicos destacados como Willis quien, paradójicamente, es reconocido como el precursor de las teorías anatomopatológicas de la locura. Willis introdujo en medicina el estudio de los procesos nerviosos bajo la denominación de Psychology. Los planteamientos anatomopatológicos de la locura se caracterizan sobre todo, por una extremada pobreza de criterios, tanto para definirla, como para establecer posibles procesos etiológicos. La mentalidad anatomopatológica da paso a los planteamientos fisiopatológicos sobre las enfermedades representado por Whytt y Cullen. Éstos sitúan al sistema nervioso en la primera posición. Cullen (1710-1790) les da el calificativo de enfermedades nerviosas o neurosis. Las propuestas anatómicas ilustradas con sus postulados básicos de localización y reducción de la enfermedad a lo anatómico chocaban con las iniciales concepciones de las neurosis y de las enfermedades nerviosas.


A finales del siglo XVIII surgen los grandes alienistas fran-ceses, fundamentalmente Pinel y Esquirol, que propugnan un trato más humano a los locos. Pinel (1745-1826) es un defensor del tratamiento moral en el que bajo un régimen de firmeza, se pedía participar al paciente en tareas terapéuticas estructuradas. Esquirol (1772-1840) contribuye decisivamente a la gestación de una psiquiatría más cientí-fica: utilizó la estadística para evaluar el progreso de los pacientes y ofreció definiciones que son ya clásicas sobre las alucinaciones, las ilusiones, las demencias, etc. El tratamiento moral no tenía un corpus teórico en el que sustentarse y se apoyaba en la ardorosa defensa de sus representantes. A medida que éstos van desapareciendo, este movimiento va perdiendo fuerza y aparece un análisis más crítico sobre sus aportaciones y los espectaculares resultados obtenidos inicialmente en el tratamiento de los enfermos (basados muchas veces en documentos propagandísticos más que en los resultados reales).


Un planteamiento distinto aparece en escena a finales del siglo XVIII y principios del XIX, la fisiognomía y el mesmerismo, que preludian algunos hitos en la investigación de la conducta anormal. Gall (1758-1828) desarrolla una teoría según la cual las funciones psíquicas dependen del desarrollo anatómico de determinadas partes del cerebro.

Mesmer (1734-1815) (y Puysègur, 1751-1825, más tarde)

elaboró la teoría de que el movimiento y la situación de los astros influyen sobre la psicología y fisiología. Sostenía que los hombres poseen una fuerza magnética que a su vez forma parte del "fluido magnético universal", más tarde denominado "magnetismo animal". Los fluidos corporales magnéticos mal distribuidos eran la causa de las alteraciones mentales.




SIGLO XX


El siglo XX se caracteriza por una "explosión" de áreas de estudio, modelos, escuelas, técnicas, etc dentro de la psicopatología (Dieckhöffer, 1984). Las escuelas psicoanalíticas tienen un espectacular desarrollo durante las tres primeras décadas del siglo pasado. Desde esta orientación, la conducta desviada se entiende no desde la patología anatómica, sino desde la historia del individuo. Freud otorgó más énfasis a la historia del enfermo que a la historia de la enfermedad. Rompió también con la tendencia manicomial a la hora de tratar a los pacientes al desplazar el foco de la intervención a una relación individual médico-paciente. Hasta los años 50 será la orientación predominante en la psicología y en la psiquiatría, manteniendo hoy en día una enorme importancia.

Las escuelas fenomenológicas surgen en abierta oposición al psicoanálisis. Jaspers (1883-1969) y la Escuela de Heidelberg (Mayer-Gross, K. Schneider, Bumke) son los principales representantes de este enfoque. Aunque su influencia en el ámbito psicológico ha sido escasa, en la psiquiatría su influencia ha sido mucho más importante.

Para los fenomenólogos, la esencia de la existencia es algo que, en último término, no es apreciable por el observador. El método fenomenológico tendría como objetivo el descubrir la cosa en sí, de objetivar la realidad en su sentido más profundo. Jaspers hizo una fuerte apuesta por la fundamentación psicológica de la psicopatología. Para el autor, "nuestra tarea científica única no es una construcción sistemática limitada de la neurológica con la permanente visión del cerebro, sino un desarrollo de los puntos de vista para la investigación de las cuestiones y problemas, de los conceptos y relaciones, desde los fenómenos psicopatológicos mismos". El objeto de la psicopatología es "el acontecer psíquico realmente consciente" (PIR,

04, 187), y para su estudio necesita de la psicología como la fisiopatología necesita de la fisiología. Al igual que es difícil distinguir con criterio claro algo patológico de algo fisiológico, en psicopatología el concepto de enfermedad resulta escurridizo, "no es unitario" y esto permite trabajar con los mismos conceptos fundamentales tanto en psicología como en psicopatologia.



PRINCIPALES MODELOS PSICOPATOLOGICOS


1. Modelo biológico

Denominado también modelo biomédico, médico, fisiológi-co, neurofisiológico, etc. Todos estos acercamientos parten de un principio fundamental: el trastorno mental es una enfermedad, exactamente igual que cualquier otra enfermedad física. Al considerarse una enfermedad, se va a clasificar y diagnosticar sobre la base de criterios catego-riales. Cada trastorno mental es una entidad clínica discre-ta, con unos síntomas que le son propios, etiología, curso, pronóstico y tratamiento específicos. Desde este punto de vista, cada categoría se diferencia cualitativamente del resto de trastornos mentales (y de la experiencia no pato-lógica). Reflejo de esta orientación médica son los sistemas clasificatorios DSM-IV-TR y CIE-10.


2. Modelo conductual

El modelo conductual surge tanto por el propio desarrollo de de la psicología del aprendizaje como por la insatisfacción con el modelo médico aplicado a los trastornos mentales (la baja fiabilidad, la baja validez y la escasa utilidad del diagnóstico psiquiátrico, las dificultades relacionadas con el tratamiento en los problemas sin una base fisiológica fuerte, etc.). Entiende los problemas psicopatológicos como conductas desadaptativas aprendidas a través de la historia del individuo. 


3. Modelo cognitivo

El objeto de estudio, más que la conducta, son los fenómenos mentales. El modelo cognitivo recurre a la metodología experimental como base para establecer inferencias sobre los diferentes procesos de conocimiento sin renunciar tampoco a otras metodologías más "blandas", tales como las que proporciona la psicología social o la psicología de la personalidad. Implica la consideración del hombre como ser autoconsciente, activo y responsable que no se haya forzosamente ligado a los condicionantes ambienta-les. Un sujeto que busca activamente conocimiento, que elabora planes, tiene objetivos, recuerdos y que no puede liberarse de ciertos sesgos y prejuicios a la hora de realizar su propia elaboración de la realidad. Los principales postulados del modelo cognitivo son (Belloch, 1987



La Clínica: Del Estudio a la Aplicación Práctica
Si la psicopatología proporciona el marco teórico, la clínica es el escenario en el que ese conocimiento se pone en práctica. La clínica representa el espacio donde los profesionales de la salud mental, como psicólogos, psiquiatras y terapeutas, interactúan directamente con las personas que padecen trastornos mentales. Es el terreno donde se evalúa, se diagnostica y, sobre todo, se trata.
Cuando un paciente acude a consulta con problemas emocionales o de comportamiento, el profesional clínico lleva a cabo una serie de evaluaciones y entrevistas para entender el malestar del paciente. Es en este punto donde la psicopatología cobra sentido, pues permite al terapeuta o psiquiatra interpretar los síntomas del paciente a la luz de un marco más amplio, haciendo conexiones entre los síntomas observados y los posibles trastornos subyacentes.


El Proceso Diagnóstico: Más Allá de una Etiqueta


Uno de los primeros pasos en la práctica clínica es el diagnóstico. Sin embargo, lejos de ser simplemente una “etiqueta”, el diagnóstico en salud mental es una herramienta que ayuda a los profesionales a comprender y organizar la información sobre el estado del paciente. Este proceso se basa en los criterios establecidos por la psicopatología y utiliza sistemas como el DSM-5, que clasifica trastornos según un conjunto de síntomas, duración e intensidad.


Es importante destacar que el diagnóstico no es el final del camino, sino más bien el inicio de un proceso de tratamiento. El diagnóstico permite al clínico diseñar un plan de intervención adaptado a las necesidades particulares del paciente. Aquí es donde la psicopatología y la clínica se encuentran de manera más directa, pues la teoría psicológica da lugar a la práctica terapéutica.


¿Cómo se Abordan los Trastornos desde la Clínica?


Una vez que se ha realizado el diagnóstico, el siguiente paso es la intervención. La clínica ofrece una variedad de enfoques terapéuticos, cada uno de ellos basado en diferentes teorías psicológicas y psicopatológicas. Entre los enfoques más conocidos y utilizados se encuentran:
1. Terapia Cognitivo-Conductual (TCC): Este enfoque se basa en la idea de que los pensamientos influyen directamente en las emociones y en el comportamiento. La TCC se utiliza frecuentemente en el tratamiento de trastornos como la depresión, la ansiedad y los trastornos alimentarios. Los terapeutas ayudan a los pacientes a identificar patrones de pensamiento negativos y a reemplazarlos con formas más saludables de pensar y actuar.
2. Psicoanálisis: Basado en las teorías de Freud, el psicoanálisis busca explorar el inconsciente para identificar conflictos no resueltos que pueden estar afectando la vida actual del paciente. Este enfoque se emplea en casos de trastornos más profundos, como los de la personalidad.
3. Terapias Humanistas: Estas terapias se centran en el bienestar del individuo, fomentando el crecimiento personal y la autorrealización. Son útiles para personas que buscan un enfoque más centrado en el cliente y en el desarrollo de sus capacidades personales.
4. Intervenciones Farmacológicas: En algunos casos, como en los trastornos psicóticos o en depresiones graves, el tratamiento incluye la administración de medicación. Los psiquiatras, a menudo en colaboración con psicólogos clínicos, recetan fármacos que ayudan a equilibrar los desajustes químicos en el cerebro y a reducir los síntomas más agudos.


Psicopatología y Clínica: Una Relación de Retroalimentación Constante


El avance en el tratamiento de los trastornos mentales depende en gran medida de la interacción constante entre la psicopatología y la clínica. La psicopatología permite a los investigadores generar nuevas hipótesis y modelos de trastornos, lo que lleva a un mayor conocimiento sobre el cerebro, las emociones y el comportamiento humano. A su vez, la clínica proporciona datos empíricos, observaciones y retroalimentación directa de la interacción con los pacientes, lo que puede ayudar a refinar y ajustar las teorías psicopatológicas.


Por ejemplo, los estudios sobre el estrés postraumático (TEPT) han evolucionado enormemente gracias a esta interacción. La práctica clínica ha mostrado que las experiencias traumáticas afectan profundamente el sistema nervioso, lo que ha permitido a los investigadores profundizar en cómo el cerebro procesa el trauma y desarrollar terapias más específicas, como la terapia de exposición o la terapia basada en el procesamiento cognitivo.







REFERENCIAS 

 

  • Introducción a la psicopatología y la psiquiatría 7 ed. + Student Consult.es © 2011 R 2011. (2011). Elsevier España

  • American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed.). Washington, DC: Author. Barlow, D. H., & Durand, V. M. (2015). Abnormal psychology: An integrative approach (7th ed.). Cengage Learning.

  • Carr, A. (2016). The handbook of adult clinical psychology: An evidence-based practice approach. Routledge.

  • Millon, T., Grossman, S., Millon, C., Meagher, S., & Ramnath, R. (2004). Personality disorders in modern life (2nd ed.). Wiley.



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